lunes, 27 de febrero de 2012

LA ÚLTIMA SAETA DE PEREGIL A SEVILLA


LA ÚLTIMA SAETA DE PEREGIL A SEVILLA

Silenció la voz del capataz y un hondo puñal atravesó el costado de la Ciudad. Sevilla tomó prestado el pañuelo de la añeja saeta para secar tantas lágrimas por la marcha de su Peregil del alma. Lágrimas al despedir a un sevillano insigne que esculpió su leyenda a golpe de corazón y amando a su Ciudad querida. Lágrimas de una Virgen que llora sin consuelo y que volverá a pasar, esta vez en silencio y bajo el mudo eco de un lejano martinete. Lágrimas por Santa Catalina, la agonía de sus quebradas paredes y una puerta encallada en el olvido. Un nuevo puñal se ha clavado en el pecho del desamparado templo tras la marcha de su trovador saetero. Entre llantos y desconsuelos se preguntan los hijos de Sevilla ¿Dios mío quién nos quita ahora esta pena? 

Como tú, querido Pepe, fuiste en su día salvador y depositario de las esencias del noble cante, cuando parecía morir en los vinilos, quiero rescatar de mi memoria, la primera vez que pude oír el portento de tu voz. Era mi primera tarde de Viernes Santo como nazareno del Cachorro de Triana. Miraba a todas partes no alcanzando a ver el lugar exacto de tanto derroche de fervor y tan resonante torrente de voz. La calle Castilla es el último aldabonazo hasta el Altozano, peaje justo que solventan las hermandades de mi Barrio, cuando atraviesan el viejo Río para asomar a la otra orilla en búsqueda de la espiritualidad catedralicia, y tu voz, memoria de tardes de Viernes Santo. 

Una vez más, Peregil has roto tu garganta cantando a la Semana Santa y queda en tu interior esa última saeta que guardabas con amor para el Señor de la Exaltación y su bendita Madre, Lágrimas de Santa Catalina. En tu último trasiego por las calles de Sevilla encuentras cerradas las puertas del pequeño corazón hecho templo, en cambio las del Cielo, estaban muy abiertas para recibir como merece a un gran sevillano y mejor cristiano. Te prometo Pepe, que llegará ese Jueves Santo que volvamos a ver abrir esas puertas a la Cruz de Guía de la sevillana cofradía y en ese momento miraré al balconcillo de la Gloria para buscar entre nubes de incienso tu voz rotunda y enamorada de nuestra tierra.